"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

junio 08, 2005

La Palabra

Uno de los poderes más impactantes que poseemos es, sin duda, la palabra. Con ella, edificamos, alegramos, alentamos, confirmamos, justificamos y excusamos. Toda una serie de cosas que logramos con la sola emisión de un sonido de nuestra boca o por medio de la escritura. Cuánto mas valor tiene este inagotable recurso cuando es usado precisamente por el Creador de todas las cosas y por su hijo el Redentor.

La palabra por excelencia es nuestra Sagrada Biblia. En ella encontramos absolutamente todas las respuestas a nuestra existencia. Nos enseña a vivir, a edificarnos, a justificarnos, a encontrar el camino hacia el Padre y, fundamentalmente, a prepararnos para la vida eterna.

En este día de tristeza, en el que el ser humano seguramente sorprende a los cielos, por ejecutar el crimen más injusto y de la peor manera -crucificar al Hijo amado y directo de Dios, al Mesías-, tenemos la posibilidad y la esperanza mediante la Palabra empeñada por Dios de tomarnos de la sangre preciosa de Jesús. Al hacer esto, podemos cambiar el rumbo de nuestra vida, asirnos de sus promesas y comenzar a limpiarnos de la esclavitud del pecado, aferrarnos fuertemente a ella y creer -solamente creer- que está escrita para mí. Porque, si Jesús vino a morir por mí, también es por mí que fue escrita la Biblia, que es nada más ni nada menos que la expresión de la voluntad de Dios a lo largo de la creación. Aferrémonos, entonces, a su verdad y comencemos a vivir una vida en abundancia disfrutando del placer de sabernos hijos de Dios, lavados por la sangre del Cordero.

Démonos palabras de aliento los unos a los otros, palabras de amor. Tomémonos de las promesas de la palabra de Dios: “Por sus llagas fuimos sanados”, “de tal manera amó Dios al mundo que envió a su único hijo”, “ama al Señor tu Dios con todo tu corazón”, “cielo y tierra pasarán mas mis palabras no pasarán”. Todo está dispuesto para nuestra salvación, solamente debemos aferrarnos y creer, entregándole nuestra vida a Él, a quien nos la dio, al dueño de todo nuestro ser, quien no sólo nos formó desde el vientre de nuestra madre, sino que incluso nos dio el regalo extra de la libertad, libertad inclusive de negarlo.

Sujetémonos a la Palabra santa y verdadera de Dios. Él dijo que todos nuestros pecados serán perdonados, y dijo todos, no algunos. Solamente debemos creer en su inmenso amor, como en la parábola del hijo pródigo, y no nos pedirá cuentas de lo que hicimos cuando estábamos lejos de Él, solamente quiere que volvamos para poder abrazarnos, acariciarnos y darnos la posibilidad de vivir eternamente. Solamente debemos obedecer: amarlo prioritariamente a Él, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Boris Baluk.
Argentina.