"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

julio 20, 2005

El llamado

"Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó a las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Sinaí, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo:
-Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
Y viendo el Señor que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo:
-¡Moisés, Moisés!
Y él respondió: -Heme aquí.
Y dijo el Señor: -No te acerques, quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es-. Y añadió: -Yo soy el Dios de tus antepasados. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob"
. (Éxodo 3:1-6)


Cuatro pautas para el llamado:

1- Estar en la presencia de Dios: Moisés estaba en el monte de Dios apacentando las ovejas de su suegro, por lo que el encuentro con Dios fue casual. Sin embargo, Moisés fue guiado hasta allí por Dios, porque Él lo estaba buscando para que cumpliera con su propósito.

Cuanto más cerca estés de Dios, más claramente podrás escuchar su llamado. No te alejes de Él. Al alejarte, lo único que conseguirás es tener una vida menos plena. Dios no va a dejar de llamarte porque estés lejos de Él. Por el contrario, sí te llamará, sólo que tú serás incapaz de escucharlo y por consiguiente, no sabrás lo que Él quiere de ti. Y como no sabrás lo que quiere de ti, muy probablemente lo desobedezcas.

Quiero hacer una salvedad en cuanto a lo que significa la palabra llamado. Muchos le temen, porque piensan que llamado va directamente relacionado con la palabra misiones. Quiero decirte que, si bien la primera no implica necesariamente la segunda, todos fuimos llamados a ser sus hijos; todos somos llamados a servirle; todos somos llamados a tener una vida santa; no solamente los misioneros. El llamado a una vida cristiana, a una vida activa, no es excluyente. "Id y haced discípulos a todas las naciones" (Mateo 28:19), no sólo les fue dicho a los que ya están en las naciones, sino que fue una encomendación a todos los seguidores de Cristo, es decir, a todos los cristianos.

Algunos son llamados a salir de la cultura propia, otros son llamados a quedarse para la edificación del cuerpo, otros son llamados a plantar una iglesia, otros son llamados a dar testimonio de su gracia mediante la música, etc.

Si no sientes que el Señor te ha apartado, que te ha llamado por tu nombre (Isaías 43:1) para que cumplas una tarea específica, debo decirte que tienes un problema de comunicación. El Señor tiene cosas enormes preparadas para ti y está ansioso por dártelas, pero no podrá hacerlo hasta que te decidas a fijar tus ojos en Él. No rechaces sus lluvias de bendición, no dejes pasar más tiempo, pregúntale en intimidad qué es lo que Él quiere de tu vida, qué es lo que te está pidiendo. Es imprescindible que sepas lo que quiere de ti, que conozcas tu llamado, para que puedas ser un instrumento útil en sus manos. Vela para poder escuchar a Dios: “Me mantendré alerta, me apostaré en los terraplenes; estaré pendiente de lo que me diga, de su respuesta a mi reclamo” (Habacuc 2:1).

2- Ningún llamado es útil sin una decisión de tu parte. Cuando Moisés se dio cuenta de que la zarza no se consumía, tomó la decisión de ir y ver la visión.

Ya te lo he dicho antes, Dios no nos llama a estar quietos, sino a movilizarnos; no podemos estar ociosos. Moisés tuvo iniciativa, decidió ir y ver. Si tú no tomas la decisión de ir y ver qué es lo que el Señor quiere para tu vida, estás en un gran problema, porque nadie lo hará por ti. Ver el milagro de Dios no es suficiente si tú no eres partícipe del milagro.

Vuelvo a hacer énfasis en el movimiento: El Señor nos llama a movilizarnos; si no lo hacemos jamás podremos ser una iglesia sana. Cuando en el cuerpo un músculo está en ejercicio, es productivo, fuerte y sano. Cuando no trabaja, el músculo se atrofia y ya no sirve, ya que deja de cumplir la función que debería. Lo mismo pasa con el agua. Cuando corre, se renueva y se mantiene limpia y cristalina; además, tiene la suficiente fuerza (cuando es constante) como para erosionar una piedra y reducirla a un granito de arena. Cuando se estanca, no sólo pierde su fuerza, sino que se pudre.

No te quedes quieto. Que tu espera del milagro no se convierta en una excusa para tu impasibilidad. Sólo verás el milagro si caminas por el camino del Señor; no si lo único que haces es sentarte en el culto a calentar un asiento.

3- Luego de estar en la presencia de Dios y hacer lo posible para verlo, viene el llamado. Cuando Moisés se acerca a mirar, Dios lo llama por su propio nombre.

Me llama la atención que en un principio, todo lo que Dios le dice es "¡Moisés, Moisés!". Sólo eso. No le encomendó nada. En cuanto a ti, no pretendas que Dios te revele todas las cosas que quiere hacer contigo una sola vez y de forma acabada. ¿Por qué? Pues porque no podrías entenderlo, ni soportarlo. Creo que es como aprender matemáticas. De nada te serviría saber que "la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa", si ni siquiera sabes sumar y restar. El llamado de Dios se maneja de la misma forma. Es un camino largo y progresivo, donde a medida que vas creciendo tienes que ir cediendo, renovándote y renunciando a las cosas que Él te pida.

De eso se trata el tercer punto del llamado: lo primero que Dios le pide a Moisés no es otra cosa que su disponibilidad. El Señor sólo buscaba de Moisés la respuesta que encontró: "Heme aquí". Sin prejuicios, ni reservas. Dios te llama a que le entregues tu vida entera a su disposición, a que pongas en práctica lo que la palabra Señor realmente significa. Señor implica que ya no tienes potestad sobre tu vida, que ya no te pertenece, que no es tuya; significa que Él es el dueño (quien pagó precio de sangre por ella) de la vida que te da para que administres, que Él manda sobre tu vida. Por eso, si el Señor te está llamando, no le digas "en seguida voy", sino "aquí estoy".

4- La condición para esto es la santidad (Moisés pisaba tierra santa). No es suficiente que tengas toda la disponibilidad para servirlo, debes llevar una vida pura y ejemplar. De hecho, ese es el llamado que te ha hecho (a mí y a ti): "Sed santos porque yo soy santo" (Levítico 11:44-45). Tu andar diario tiene necesariamente que reflejar la presencia del Espíritu Santo. Si no, todo lo demás se derrumba.

Sé un instrumento útil para el Señor, deja que Él te moldee y perfeccione a fin de que pueda usarte. Él es sabio, es soberano; déjalo obrar a Él, que es quien mejor sabe cómo hacerlo.

Dios te ha escogido y te está llamando para que cumplas con su propósito específico y único. Dios quiere bendecirte, pero debes llevar a cabo esta condición (santidad) y estar dispuesto a la acción para la extensión de su reino.

M. P. B.
Argentina.